jueves, 24 de octubre de 2013

XXI. Sólo un desahogo

Hoy, mientras viajaba camino al trabajo, observaba desde la ventanilla del autobús a los transeúntes en las veredas y calles de la ciudad. Muchas cosas no reconocí y me dio pena. No reconocí calidez en la cara de la gente, no vi humildad, no vi inocencia, nada. Todos eran relojes para mí, todos eran signos monetarios, todos eran robots, incluso los niños. Qué desmotivador es pensar que deben crecer para convertirse en personas vacías, interesadas, distantes. Es tanta la codicia y la envidia que un niño de trece, catorce años no tiene ningún reparo en hacerte daño. En este país a los delincuentes menores de edad los envían al Servicio Nacional de Menores o alguna mierda parecida, y luego los liberan o simplemente escapan. Dicen que no tienen discernimiento sobre lo que hacen… ¿En verdad? Un niño sabe lo que es malo y bueno desde que empieza a caminar. Si un padre le dice a un hijo: No tomes eso - y el pequeño desobedece haciéndolo igual como desafío, sabe que está cometiendo una insolencia. Los niños saben lo que hacen, no me vengan con huevadas.

En Chile los vándalos que no superan los diecisiete años, son peores que los mayores ya que tienen la libertad ante la ley de hacer lo que se les plazca. Cuántos robos, homicidios, accidentes son provocados por estos pequeños delincuentes. ¿Cuál es el fin de lastimar? ¿Cuál es el fin de dejar a una persona en silla de ruedas, en coma, hasta muerta? ¿Porque no saben qué puede ocurrir? ¡Mentira! Esos pendejos saben mejor que nadie lo que pueden llegar a causar. Ya basta de la frase de mierda: No sabía que podía pasar esto…. Y una familia entera llora sin saber si odiar o perdonar.

En fin, a medida que avanzamos en el tiempo, pareciera que el amor retrocede alejándose de nosotros. No le gusta cómo va este tren, sólo quiere tirar del cordel para detenerlo y bajarse en cualquier momento. No lo culparía en realidad.

1 comentario:

  1. A veces es un mero efecto de manada en que gente anodina se convierte en desalmada caterva. Una vez, un señor respetable asistió a un partido de fútbol y acabó lanzando un cóctel molotov sobre un grupo del equipo rival, matando a un niño de la edad de su hijo. El juez le preguntó por qué, y él no supo qué responder. Su hijo aplaudió a su padre, aunque ahora comprende que no fue lo mejor que habría podido enseñarle.
    El mal ni tiene fronteras ni perfiles
    Un beso
    JM

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