martes, 18 de noviembre de 2014

Nadie nació sabiendo


 “Que cumplan sus promesas, los que en tiempos de campaña golpean las puertas de las escuelas”. Qué buena y real frase es ésta. La leí hace muy poco en un portal de profesores diseñada por un amigo y la típica impotencia del espectador me apretó la panza. Las escuelas municipales están en paro indefinido y a muy pocos les importa, especialmente a los candidatos presidenciales que prometen y después se hacen los huevones olímpicamente. Los noticieros, por su parte, hacen vista gorda a lo que está ocurriendo como si con ello pudieran callar a los cientos de profesionales que realizan la importante labor de educar. El viernes pasado pude ver en directo sólo un pequeño episodio de protesta al acompañar a mi amiga Pepa al centro de la comuna. Ella trabaja en una de estas escuelas desde hace seis años. Con banderas, pancartas, lienzos y tambores, los huelguistas trataban de romper la rutina para llamar la atención e involucrar a la gente recordándoles que profesor no es un título ganado al romper una piñata.

En este país me parece un insulto que la carrera de docente sea remunerada como la mierda, ni siquiera es respetada como pudo haberlo sido antiguamente. Cuando era estudiante, para mí al profesor se le respetaba al igual que a los padres. Ellos tenían la última palabra, ellos me regañaban, ellos me corregían. Sí, de acuerdo, también me burlé de algunos como toda quinceañera, que su forma de vestir, su forma de hablar, su peinado, etcétera. Sin embargo, existía un límite muy bien marcado que ninguno de mis compañeros se atrevía a cruzar, por más rebelde que uno se creyera, no lo hacía ni cagando. Hoy al pendejo le da lo mismo. Si puede hacer desorden y más encima grabarlo con su “bien merecido” Smartphone para luego mostrarlo como trofeo, es el rey indiscutido del aula, y si lo regañan, encara porque nadie puede decirle nada. Los valores y los modales vienen desde la casa, eso lo sabe hasta mi perro. Si el niño no tiene eso como cimiento, los padres deberían ser los despedidos.

Yo me siento orgullosa de mi amiga y su profesión. Viví con ella cada etapa de nuestra educación secundaria y superior y me alegró que quisiera ser docente, y más encima de inglés. Yo sabía cuánto Pepa amaba ese idioma, desde que éramos unas niñas cantaba y citaba frases de películas gringas con la misma fluidez de los actores. Yo sabía que le iría excelente. Desafortunadamente, este orgullo no lo sienten las autoridades, los senadores de mierda que se sientan en una silla todo el puto día mirando páginas como Jaidefinichon.com, o sencillamente no se presentan. Es una vergüenza que al mostrar la Cámara casi vacía, los asientos de cuero Luis XV resplandezcan bajo las luces artificiales. Si un profesor no es tan importante como un político, entonces ¿por qué les ponen tanto problema al ausentarse a su trabajo un día? ¿Por qué el profesor tiene que hacer malabares para poder ir al dentista o al médico? Si falta se siente, si el senador falta, a nadie le importa un soberano carajo.

Sigan en su lucha, profes, yo soy una de las que apoya su causa incondicionalmente. Yo me doy cuenta de la labor que intentan hacer, de la falta de reconocimiento a sus años de servicio. Si ustedes no existieran, no habría profesionales de todo rubro en la actualidad. El médico, el abogado, el ingeniero, el arquitecto, tuvieron que ir a la escuela primero, ¿no? ¿O nacieron sabiendo lo que era leer, sumar, la clorofila, la independencia, la puta célula? Sigan con sus demandas, sigan con sus marchas incansablemente hasta que, tal como la ministra Ossandón, puedan decir con toda libertad: Tres millones y tanto de pesos, es un sueldo “reguleque”.

jueves, 13 de noviembre de 2014

La aspirante perdida

El proyecto de una novela como tal es una incertidumbre. Siempre estoy en la búsqueda de un tema, de un objetivo, de alguna moraleja- si es que tengo la habilidad de dar consejos de vida- personajes interesantes y un final épico para que valga la pena haber atrapado al lector por el cuello, como dice mi mentora Isabel Allende. Sin embargo, ocurren eventualidades que te desvían del camino absolutamente. He tenido varias ideas, de hecho tengo un par que de alguna manera las tengo encapsuladas en mi cabeza, revoloteando como polillas confundidas frente a una inexistente bombilla, pero cuando las quiero avanzar se me entrampan en un pantano de brea, volviéndose unos animales que luchan por no hundirse en el pozo sin fondo del olvido.

Creo que todo va en la disciplina, tal vez eso es lo que no tengo, tal vez tengo problemas de concentración o soy muy desordenada. Debería establecer un esquema en donde me proponga escribir un número de páginas diarias y no verme siempre justo donde empecé. Ahora que vivo sola, con un tremendo perro que cada día que pasa se pone más testarudo, tengo que aplicarme responsablemente en todo lo que haga. Quizás deba proponerme fechas, porque me he dado cuenta que se me va bien trabajar bajo presión, como Amy Adams en la película Julie and Julia, donde su personaje Julie Powell se propuso hacer 524 recetas de cocina en 365 días.

Cuando escribía historias en el foro de Harry Potter- como conté hace unas entradas atrás- publicaba semana a semana con la presión de los lectores de saber qué iba a pasar a continuación, me escribían decenas de comentarios y si tardaba me insistían dos hasta tres veces por día, yo tenía que obligarme prácticamente a hacer oídos sordos ante cualquier distracción, enfocarme en la página en blanco que tenía frente a mí y tratar de hacer más emocionante el nuevo episodio para compensar el atraso. Fue entretenido pero no por eso menos estresante.

Se me han pasado por la mente desde diversos superhéroes, justicieros y villanos, hasta personas comunes y corrientes que por amar no necesitan reconocimiento- como aquellas historias en que él o ella se están muriendo. ¿En qué irán las grandes novelas de amor para marcar a una persona tan profundamente? ¿Será el impulso de arriesgarlo todo por esa persona? ¿Beber un veneno para morir junto con el otro? ¿Ser un brillante vampiro enamorado de un humano? En esta realidad donde queda poca capacidad de impresión en la gente, no hay muchas herramientas con las cuales sorprender al lector sin caer en las repeticiones. Aquí en Chile, por ejemplo, es casi mensual el estreno de una serie o largometraje en donde se hable del Golpe de Estado chileno… qué paja… ¿Qué ocurre con los guionistas? ¿No existe otro tema en este país que hablar de Allende y Pinochet? ¿No hay nada más que decir de un país en donde la discriminación, desigualdad e injusticia están a la orden del día? No tengo para qué chucha tocar esos temas removiendo viejos rencores si hay tanta huevada actual a la cual echar mano. Tengo treinta y un años de edad, por la cresta. No tengo interés en seguir mirando hacia atrás, quiero escribir de hoy y proyectar un mañana. Si quiero emprender el emocionante viaje de una novela tengo que ser refrescante, si quiero organizar mi tiempo y orientar mi inspiración como un barco bien capitaneado, no puedo estar manoseando tramas conocidas para ser la moda y luego se olvide por otra. Si quiero escribir de verdad, tengo que sacudirme la mierda y ponerme seria.

martes, 21 de octubre de 2014

Doble identidad


Hace unos días, al revisar las páginas de empleos y sus ofertas, varias cosas se me pasaron por la cabeza, pero la principal fue que según los trabajos leídos debo pensar que la vocación murió hace mucho tiempo, que la realidad se encargó de matarla de un hachazo cortándole la cabeza o la mantenemos prisionera, porque no me imagino a una profesora preguntándole a un niño:
-¿Qué quieres ser cuando seas grande?- y que éste le responda:

-Quiero ser “Consultor de Relaciones Institucionales”… “Jefe de Productos Terminados”… “Asesor Previsional en Canal Empresas”…

I mean… Really??  A todo esto… ¿Qué chucha hace un consultor? Cuando he preguntado: ¿Tú qué haces? – Soy consultor, hago consultorías. Mmm… Ya, y me lo dicen como si fuera el Dalai Lama de los trabajos, para mí es como escuchar: Gonzalo González.

En fin, no sé en qué momento el tren de la vida me dejó atrás porque no entendí los cargos publicados. En un mundo utópico estaríamos llenos de anuncios basados en las vocaciones, pero lamentablemente algo sucede en el camino que nos pierde, por lo general y lamentablemente es la plata. En Chile la educación es tan cara que la vuelve inalcanzable, ya es una rareza encontrar respuestas simples en las personas como: soy médico, soy dentista, soy arquitecto, soy abogado… a medida que se complica la vida se complica la forma de ganártela: soy asesor de gestión y control documental, y tragarte tus ganas de ser veterinario porque estudiarlo te costaba un puto ojo de la cara.

Yo creo que por eso nos hemos vuelto como los superhéroes, con doble identidad. Somos Cajero de banco/Médico, Ejecutivo de Cuentas/Profesor. De día somos una cosa, pero de noche o en nuestro tiempo libre somos otra. De día desempeñamos un papel para la sociedad, donde te muestras ocho horas realizando labores por obligación, y que al salir puedes ser aquella persona que realmente eres o deseas ser. Soñando, creyendo que puedes hacer una diferencia, teniendo esperanza de que todo cambie algún día. Vivimos esperando, ¿no es extraño eso? ¿Esperar qué? ¿Esperamos quitarnos el disfraz y no lo hacemos por miedo? Salimos temprano de la oficina y la libertad que uno respira esa casi embriagante, ¿sucedería lo mismo si amáramos lo que hacemos?

Vivir de la vocación debe ser un sueño hecho realidad, donde uno se levanta feliz de la cama con ganas de que sea lunes y no viernes. Yo creo que la rutina de hacer las cosas por obligación, desgastan al ser humano a tal punto que eliminan cualquier vestigio de infancia. Soñar se ha transformado para muchos en una proyección de verse con más dinero y con más tiempo para gastarlo en más cosas.

Uno de mis mejores amigos, Danilo, es de aquellas personas que si pudieran ser ermitaños lo serían. Yo creo que no lo ha hecho porque es tan pajero que no lo imagino sembrando, mucho menos cosechando su propia comida. Para él la vida es un lienzo de colores diversos que por admirarlo no deberíamos pagarlo. Muchas veces le encuentro razón, sin embargo, las sacudidas del sistema te despiertan del letargo hippie y debes estar atento. Si bien, mi vocación es ser escritora, con mayor razón debo estar pendiente de lo que sucede y capturar las historias que siempre revolotean a mi alrededor, aunque últimamente la inspiración y las ideas no dejan de evadirme como si fuese leprosa, así que mientras tanto me visto de Ingeniero para ir a entrevistas en las que te dicen:
-Tienes un excelente perfil, de hecho tremendo…- y miraba mi currículum como un evangelio perdido. Yo ya estaba casi segura que cumplía con lo solicitado cuando volvió a mirarme- pero estas muy por encima de lo que necesitamos. Muy sobrevaluada. Si te contrato, tendría que despedir como a dos del equipo. Prefiero a alguien recién egresado porque con tus capacidades, sería como matar moscas con bombazos.

Yo estuve a punto de decirle un dubitativo y extraño “¿Gracias?” porque me quedé con un gusto raro en la garganta, entre halago y decepción. Sin nada más que agregar, me despedí amablemente y me fui con mis bombas para la casa. Clark Kent tendría que esperar, hoy soy un Superman que trata de volver a volar.

martes, 7 de octubre de 2014

Los tiempos/precios cambian


En la Pascua de Resurrección sube el precio de los pescados, mariscos y limones. En las Fiestas Patrias sube el precio de la carne roja y las cebollas. Yo concluyo y propongo un intercambio: comer empanadas de mariscos y reineta a la parrilla para el 18 de septiembre y asar media vaca y anticuchos en la Pascua. Sale más a cuenta y me importa un carajo que los fonderos y la iglesia se escandalicen. Ya con el alza en el valor de los pasajes del Metro y Transantiago- más otra que se viene a fin de año- alza de precios en el trago y los cigarros, estoy convenciéndome cada día más de que el gobierno cree que cagamos plata y meamos oro fundido.
En esta entrada haré ciertos descargos frente a una realidad que golpea no solo a Chile sino que a varios países hermanos que tienen que hacer de tripas corazón y salir a trabajar a pesar de cómo todo va poniéndose cuesta arriba y con los mismos sueldos. Todo está más caro y de igual o peor calidad, ni siquiera ofrecen una mejoría que justifique el nuevo precio y el así público quede contento. Eso al parecer quedó en segundo plano. Expondré un ejemplo de algo vivido en carne propia para graficar de mejor manera lo que quiero decir con precio versus calidad y lo chata que estoy de estos robos que nosotros mismos estamos permitiendo.
Hace unas semanas fui con Estef a un pub cerca de casa- el cual por cierto es uno de mis favoritos para compartir un trago y degustar sus entremeses- y mientras conversábamos de la vida me puse a revisar el menú. Me di cuenta con el ceño un poco fruncido que todo había subido más de mil pesos y que algunos de los tragos que estaban en Happy Hour ya no estaban en Happy Hour. Llamé a la mesera con amabilidad, le pregunté lo lógico y me dijo que efectivamente se había producido un cambio en el menú por toda una renovación que estaba sucediendo en el establecimiento y el mercado mismo. Sinceramente, en ese minuto me dio paja pararme e irme, hacía frío afuera y sólo quería un puto trago con algo para picar. Nos quedamos. Sin embargo, mi tolerancia se fue a la cresta cuando pedí un Lomo X con papas fritas para dos personas. Ese plato era uno de los que pedía con mayor frecuencia porque era rico y contundente, y si estaba más caro me dio lo mismo porque lo valía, pero cuando la mesera llegó con mi orden me atraganté con el sorbo de pisco sour. Para que puedan dimensionarlo, entrelacen los dedos de sus manos tratando de dejar un espacio entre las palmas, y a ese tamaño… ¡RESTÉNLE LA MITAD! Era un cerrito de papas de mierda, uno que otro trocito de carne con cebolla y dos huevos fritos encima que por falta de espacio parecía un sostén reposado sobre de una rodilla. Estef y yo nos quedamos mirando como si nuestro desconcierto tuviera el poder X-men de multiplicar la carne. No podía creer que esa taza de comida nos costaría diez mil pesos. Llamé a la mesera.

-Disculpa pero… ¿Esto es para DOS personas?- pregunté, sintiendo las mejillas un poco acaloradas.
-Sí…

-¿Adultas?
-Sí…- me responde algo tímida y ahí se me desinfló la rabia que iba a proyectar injustamente hacia ella. Respiré profundo. Le dije que la porción había disminuido notoriamente desde la última vez que había ido a ese pub y me dio la razón, pero que no podía hacer nada porque el nuevo chef tenía nuevas cantidades por plato y tenía que respetarlo. Le devolví el lomo con dulzura y le pedí que le dijera al chef que sirviera con la cantidad correspondiente para dos seres humanos, no dos canarios. Al cabo de un rato la mesera vuelve sin cambios, solo más papas fritas alrededor de la miserable isla de carne y el sostén de huevos.
-Ehmmm…al “minimalista” no le pedí más papas. ¿Puedes llamar al administrador por favor?- la joven asiente y va por el genio de la oferta y la demanda.

Un viejo flaco, fumando un pucho y dándole importancia a su celular como si Coco Pacheco le estuviera escribiendo, llega a la mesa preguntando si había algún problema. Le comenté que el plato que había pedido no sólo estaba más caro sino que más chico y que no estaba conforme con ello. Me quedó mirando con una indiferencia tal que me calentó más los cachetes de la cara. Le insistí en que me parecía un exceso cobrar diez mil pesos por un plato tan pequeño, a menos que fueran huevos de águila calva.
-Así lo servimos ahora- me responde el “empático” administrador- Tenemos un nuevo chef y él trae sus cantidades y son estándar…- ¿Acaso el chef era la nueva Barbie Cocinera?, pensé yo, pero me mordí la lengua.

-Eso lo entiendo, señor, pero a juzgar por el tamaño del plato en otros pubs de Maipú cobran mucho menos.
-Entonces vaya a esos pubs- me respondió. Miiiira el hijo de puta.

Así no más. Si bien pudo tener razón en el hecho de que pude levantar mi culo de la silla y largarme antes de reclamar, lo que me enfureció fue su poco interés por retener a los clientes. Su único objetivo era aumentar los precios, bajar las cantidades y que nadie dijera nada al respecto, como todo empresario en todo rubro de este país. Y ese es uno de los grandes problemas del chileno consumidor, que lo permite quedándose callado para no hacer atados, para ahorrarse conflictos, como si le diera vergüenza o una lata horrible decir lo que piensa. A mí me importa una soberana mierda. En fin, le agradecí al hombre su tiempo masticando el rosario de puteadas que tenía por decirle, le pedí a la mesera la cuenta de los tragos y que le devolviera el plato al chef experto en porciones con zoom out. Nos fuimos.
Luego de ese episodio varias cosas me quedaron dando vueltas en la cabeza. Quizás por eso el rico es flaco, porque por un mojón de caviar pagan casi una renta de apartamento. Traté de racionalizar algunos conceptos para dormir en paz como: lo barato cuesta caro, pero lo que cuesta caro trae poco, porque si trae mucho es malo, y si es malo igual tienes que pagarlo... un círculo vicioso que marea y termina como conversación de sobremesa. Yo creo que ahí nacen y mueren los descontentos, a puerta cerrada, porque al final uno paga, termina decidiendo: me compro el auto o voy a una disco y me compro un trago con algo para comer, porque así como vamos en unos años más costarán lo mismo.

sábado, 30 de agosto de 2014

Vestigios de evolución humana


Yo siempre he tenido el deseo de volver a los 18 años para disfrutar de aquellos momentos que no disfruté cuando pude, para tomar algunas decisiones diferentes o simplemente para vivir despreocupada de las responsabilidades adultas que hoy me quitan el sueño como a todos. Es reconfortante tomar la máquina del tiempo que hay en nuestra mente e imaginarse adolescente otra vez. Nos aleja de la gravedad treintona que nos frunce el ceño y nos lleva a sonreír con la ligereza de un niño. Sin embargo, una cosa es lo que acabo de mencionar, lo cual es bello idealizar, y otra muy diferente es que una puta muela del juicio sea la que te haga sentir pendejo de nuevo. 

Las “muelas del juicio” son el tercer molar que suele aparecer a las edades entre 17 y 25 años y son vestigios de la evolución humana, como lo son el apéndice y el hueso del cóccix. Tengo 31 malditos otoños en el cuerpo y hace 10 de ellos atrás me extirparon tres muelas del juicio que llegaron a mi boca tacleando a las demás como si fueran línea de defensa de fútbol americano. En las radiografías se veía claramente que venían malditas y el dentista me dijo de manera muy democrática que había que sacarlas sin demora. Yo tuve que frenarle la mano un momento porque el doctor quería extraer dos al mismo tiempo y casi lo ahorco por tal sugerencia diabólica. Me las saca de a una y se conforma, señor. Si queda con ganas de seguir sacando huevadas, vaya a arrancar malezas a su patio.

Bueno, el procedimiento no fue tan traumático como pensé sería. Hizo palanca un par de veces y salieron como molusco adheridos a una roca. No tuve mayores inconvenientes pero los puntos que unían las encías eran los cabrones. Tenía que comer del lado sin la intervención ladeando la cabeza, mordiendo con cuidado y con unos deseos irrefrenables de zamparme un asado grotesco. El día que llegué de mi primera muela extraída, pedí en casa que no hicieran nada exquisito que requiriera una abertura de boca importante. Quería alejar de mí toda tentación. Me acuesto para descansar tratando de ignorar mi hambre de mierda, cuando al rato mi hermana entra a la habitación con una dulzura nunca antes vista:

-Mira, Mandu, hice “Completos”- me dice con una bandeja entre las manos.

-ARE YOU FUCKING KIDDING ME????

Para los posibles lectores que no sean chilenos, los Completos son muy parecidos a los Hot Dogs pero un poco más grandes y con más ingredientes. Tuve que aferrarme a la poca cordura que me quedaba para no echarla cagando por cruel. En fin, pasaron los días en los que comí todo licuado, hasta los dichosos Completos para no quedarme con las ganas, me sacaron los puntos y el dentista dijo que no era probable que la cuarta apareciera porque estaba muy abajo a diferencia de las otras. Yo le creí y me relajé creyendo que esas palabras serían definitivas. Sin embargo, el “para siempre” es mucho tiempo, por lo que hace tan sólo una semana atrás una molestia en mi encía me hizo acordarme de este doctor con mucho cariño. Espero que no sea la muela que nunca aparecería, pensé irónicamente. Me acerqué a un espejo, miro hacia el origen del dolor y ahí estaba la huevona, con sus cachitos asomándose al exterior como diciéndome: Perdón por el atraso – Naaa, ¿cómo se te ocurre? Pasa. Estás en tu casa.

Y bueno, aquí estoy… en mi casa, haciendo reposo y con un lado de la cara hinchado como hámster. Y déjenme decirle que esta muela fue la más desgraciada de todas, sin intención alguna de permitirme vivir sola. Aferrada como un koala al hueso de mi mandíbula y más encima con la raíz como un gancho que de haber podido se lleva consigo hasta mi espina dorsal. Dos dentistas, DOS, tuvieron que dar la pelea con esta hija de puta que quería morir conmigo. Era la solidificación misma del egoísmo, la testarudez, la obsesión y la maldad. Nunca había visto semejante porfía en un objeto inanimado- aunque eso ya lo estoy dudando porque debió tener vida propia.

Cuando al fin pudieron extraerla, luego de dos horas de cirugía y casi con el mismo Ministro de Salud haciendo palanca en mi boca, sentía que me habían agarrado a patadas toda la quijada. Lloré porque ya no podía más. Los dentistas me decían: Abra bien grande. Ya estaba que me daba vuelta como calcetín ¿qué más abierta la querían? Yo estaba cerca de dejar la silla así como estaba no más, con la encía en carne viva y un malgenio de los mil demonios. No obstante, después de largos minutos la tortura terminó, me entregaron la muela limpia y entonces vi esa raíz maricona que hacía de ancla. La odié como jamás había odiado algo en toda mi vida. Se la pedí al dentista para guardarla pero en realidad tenía unas ganas tremendas de vendarla, pasarle un cigarro y ponerla contra una pared para fusilarla. 

sábado, 2 de agosto de 2014

Vivir sola

Hace dos meses más o menos que estoy viviendo sola en mi nueva casa. Ha sido toda una experiencia, la verdad. Una experiencia que te hace valorar cada día más el trabajo y la dedicación de una madre. Extraño mucho a mi vieja en detalles como su infalible talento de encontrar todas mis cosas, por más pequeñas e insignificantes que sean. Ahora pierdo todo, y si las vuelvo a ver es porque tropiezo con ellas cuando renuncié a la labor de buscarlas. Imagino que cobrarán vida y se cruzan en mi camino para darme una mano. Otra cosa que extraño de mi madre son sus cazuelas de pollo o vacuno, esas sopas maravillosas en días de frío, o sus toallas siempre con aroma a suavizante o el hecho que me encendía el calientacamas cuando llegaba tarde a la casa. No hay nada en esta vida que supere una cama cálida cuando uno está como chupete helado.

Vivir solo viene en compañía irremediable de silencio. Silencio a veces regocijante y otras veces muy molesto, como si tuvieras que pisar fuerte al caminar para no sentirte aislado del mundo, para hacer bochinche. Cuando llego a mi casa tarde en la noche, abro la puerta, enciendo todas las luces y la televisión de inmediato. Necesito escuchar ruido para sentirme segura. No miento que en algunas ocasiones me siento una niña y me doy rabia, No puedes tener treinta y un años, Amanda, y saltar al menor crujido. No puedes tener miedo de las sombras que proyectan los cables en las ventanas ni tener esa fértil imaginación sobre fantasmas huevones y ese tipo de mierdas paranormales. Jamás me ha pasado nada de eso, pero les aseguro que no sería una Juana de Arco si llegara a suceder.

Hace algunas semanas adopté a un perro callejero que si bien ahora huevea por diez, es un buen guardián. Es enorme. Tiene todo el aspecto de un pastor alemán de pelo largo. Al pararse en dos patas mide casi lo mismo que yo- que es 1.67 cm, por si acaso. De patas gruesas y hocico largo. La noche en que apareció salí a comprar cigarros con Estef muy tarde en la noche. Hacía frío, una niebla bastante cerrada cubría las calles y el cielo era de un tono violeta intenso. Nada de luna, nada de estrellas. Caminamos algunas cuadras conversando, cuando de la nada aparece este perro con su porte señorial y elegancia. Seguía a un tipo de cerca pero al vernos cambió de opinión y se nos acercó trotando. Como donde vivo ahora es barrio nuevo, había un portón con guardias que cuidaban el sector y siempre estaban acompañados por una jauría de perros la mayoría muy agresivos, sobre todo una perra de mierda mezcla de Shar Pei que se cree la gran huevada. En fin, pasamos y antes que los perros nos ladraran como era costumbre, este “perro aparecido” se cruzó delante de nosotras empujando a los demás a un lado, abriéndonos camino. En ningún momento peleó con ellos pero no dejó que ninguno se nos acercara. Seguimos nuestro camino e iba atrás y algunas veces nos adelantaba. Persona que pasaba en dirección contraria, él los miraba con las orejas en punta y no nos dejaba avanzar hasta que el extraño se alejara.

-¿Y de dónde salió este guardaespaldas?- pregunté pensando que lo perderíamos en el camino.
-Es tan hermoso- comentó Estef y como buena amante de los animales que es ella, me miraba con las pupilas brillantes cada vez que podía. Yo trataba de hacer caso omiso.

Compramos en una botillería algo apartada de la casa, el perro se sentó afuera a esperarnos y al volver, lógicamente nos siguió haciendo lo mismo que conté en un inicio. Yo ya estaba algo preocupada, porque estábamos por llegar a mi casa y el perro no mostraba ninguna intención de marcharse. A mí me complicaba, no porque odie a los animales sino que no tenía lugar para él, ni presupuesto considerado aún para tener mascotas. Me detuve frente a mi reja y el perro se sentó moviendo la cola. Quité el candado, abrí la puerta y entró disparado como dueño de casa.

-Ya… Pasa, huevón, pasa- dije entre molesta y divertida.

Estef lo bautizó como Samael, no por la banda suiza de rock, sino que por su significado que es Ángel de la Fuerza, un arcángel de Dios. Y no negaré que me ha hecho compañía, me he sentido bastante segura con él durmiendo en mi jardín, porque con su tamaño Samael inspira más respeto que la chucha. Tiene buen carácter, es manso con la gente que yo dejo entrar, se deja acariciar y lo más maravilloso de todo… no caga en el jardín ni en el patio, ¡puta qué hermoso! Prefiere salir y hacer sus mierdas afuera. Sin embargo, este ideal y conveniente comportamiento tiene su precio. Al despuntar el alba y el sol entrega sus primeros rayos al mundo, Samael cambia su personalidad radicalmente y se convierte en un gallo que canta para despertar a todo el vecindario. Ladra y aulla hasta sacarme de la cama tempranito y obligarme a bajar para abrirle la reja. Sale y al rato vuelve, cansado de oler varios culos perrunos. No sé si prefiero eso o recoger sus depósitos que haciendo mérito a su tamaño, si mi jardín fuera Río lo suyo sería el Pan de Azúcar.  Creo que mejor aprecio el que me despierte, ¿no?

Sí, estas semanas viviendo sola han sido interesantes. Ser dueña de casa es una cosa nueva para mí, no tengo ese instinto hacendoso de poner todo el lugar como espejo ni la cama como si fuera elástica. Soy sencilla y muchas veces almuerzo cualquier huevada sólo para no darme la paja de lavar ollas y todos los implementos que conllevan. Cocinar me gusta, pero aún estoy en la práctica de encontrar las cosas halladas antes por mi madre, ocupar el silencio para intentar escribir y domesticar un perro que todavía cree que su comida está en la basura en vez del plato.

lunes, 2 de junio de 2014

La casa nueva

Como la canción de Tito Fernández. El 20 de mayo me entregaron mi casa nueva. Mi casa. Suena extraño e incluso intimidante. Estos últimos días he estado como las locas comprando huevadas, viendo maestros para los arreglos y todo eso que te pone los nervios de punta. Nunca imaginé que una casa tuviera tanto trabajo y gasto. Uno como hijo sólo se preocupa de vivir en el hogar de los padres, dormir, comer, ensuciar y ser prácticamente un parásito que sólo aporta más gastos. Una de las cosas que me preocupan es justamente eso, ser dueña de casa, organizada y metódica con el dinero. Soy la despilfarradora número uno de este país. Si fuera presidente estaría en deuda con todos los países hasta con algunos planetas de la vía láctea si descubro que hay vida y pueden hacer préstamos a plazo. Nunca miro lo que tengo que pagar, si me llega la cuenta casi ni la reviso, llego y desembolso importándome una mierda. Eso tiene que cambiar ya.

Una de las cosas que también debo cambiar de mí es que soy un torbellino de desorden. Creo que una de las grandes preocupaciones de mi madre es que no encuentro nada. Estoy convencida que la convención de duendes se reúne semanalmente para esconderme todo. El regalo útil que mi vieja de seguro me dará serán ganchos para ponerlos en el techo y colgarme las cosas a la vista. Siempre me dice eso cuando le pregunto por alguna huevada: ¿Dónde están mis llaves?, ¿Dónde están las tijeras?, ¿Has visto mi chaleco negro? ¿Has visto ese par de calcetines morados con blanco? ¿Has visto mis jeans claros que me puse ayer?, y mi madre con ese poder élfico inexplicable, llega, abre una gaveta y las cosas saltan a sus brazos como reencuentro. Como lo he dicho anteriormente, estoy segura que es la mejor amiga de los duendes.

Bueno, dentro de la semana que pasó, cambié las puertas por unas más seguras– consejo de mi amiga Gianinna – compré la cocina, la lavadora, la cama de dos plazas que costó un mundo subir por las escaleras para que finalmente la subieran por partes a través de la ventana del segundo piso. Pagué por las protecciones de fierro en cada ventana – qué paja es tener que pensar siempre en un invitado inevitable: El Flaite chileno. Explicaré lo que es eso para los lectores que no viven en este país. El Flaite chileno es una raza de escoria que vive por medio de los demás. Le gusta lo ajeno y se apropia de ello como si fuera un derecho irrevocable escrito en la Constitución. Son “abogados” por vocación, conocen las leyes casi al pie de la letra, son expertos en relaciones públicas, comercio exterior y atletas de elite, desde salto con obstáculos hasta los cien metros planos en donde no se les ve ni el polvo. Ya teniendo eso más o menos claro, entenderán que tuve que resguardar bien la casa, sobre todo cuando me di cuenta que uno de estos Flaites me sacó de cuajo la cañería del gas en el abrigo penumbroso de la noche. Creo que inventé puteadas para su incorporación a la RAE de pura rabia e impotencia.

Desde ese momento decidí quedarme durante las noches en la casa para que no se viera tan abandonada. Meto bullicio, abro las ventanas, transito de allá para acá limpiando y ordenando. ¡Qué manera de haber tierra por todos lados por la misma chucha! Estoy creyendo seriamente que soy yo la estatua de lodo, yo ando dejando estelas de mugre como el amigo de Charlie Brown con su nube de polvo alrededor. Quisiera flotar por la casa porque por donde miro hay huellas y la miserable escoba que compré no da abasto.

En fin, han sido días intensos y sólo estamos empezando. Todo esto me ha ayudado a madurar un poco más, aprender de cañerías, metros cuadrados y materiales. Yo creía que todo se podía con cemento, madera, clavos y tornillos pero no es tan así la cosa, existen el teflón, la sierra, llaves, diferentes tipos de pernos, brocas de taladro para metal, madera y concreto, etcétera. Soy la principiante de las principiantes y necesitaré más ayuda de la que pensaba. Pero bueno, la casa es linda, me gusta. Está bien hecha, no he tenido problemas de goteras, ni de puertas que no se cierran bien, ni terminaciones mediocres y ese tipo de inconvenientes. A mi gente le ha gustado y pronto hay que inaugurarla con su asado correspondiente, pero aún no mientras no la llene un poco más y me mude definitivamente. Tengo muchas ideas en la cabeza para hacer aquí pero si no tengo una máquina para producir billetes creo que tendrán que esperar, porque con todo lo que he pagado ya dos infartos son más que suficientes. 

miércoles, 21 de mayo de 2014

La saga literaria

Hace algunos años me interné en la lectura de una saga que me cambió la vida y me ayudó a ejercitar la imaginación de un modo impensado. Puede considerarse ñoño de mi parte lo que voy a contar pero creo que merece un lugar en este blog. Recuerdo muy bien que un día, mientras veía la televisión, aparecían spots de una película de fantasía cada diez minutos de comerciales. En mi vida había sabido de la existencia de esos libros tan populares entre la gente. Después empezaron los afiches pegados en tres de cada cinco paredes de la ciudad, ya estaba un poco chata, debo reconocerlo. Luego de la escuela, la guinda de la torta: mi hermana llega a casa con el libro de mierda del cual todos hablaban y rodé mis ojos diciendo para mis adentros Me persigue esta huevada. Esa misma semana mi hermana terminó la lectura y eso me llamó inmediatamente la atención, que ella terminara en menos de tres días un libro de más cien páginas era como para pedirle hora al médico urgente.

El libro se llamaba Harry Potter y la Piedra Filosofal y lo tomé entre mis manos con cierta burla. Un niño sobre una escoba, persiguiendo una pelota con alas, con un castillo en el fondo y un animal de tres cabezas… ¿Qué porro de marihuana se fumó la escritora?- pensé yo. Con tanta parafernalia de la película, con tanta locura por este niño mago, doblegué mi testarudez y comencé a leerlo. Lo terminé esa misma noche sin poder dormir y fui a clases al día siguiente con los ojos rojos como conejo drogado, creyendo que sobre los cables del tendido eléctrico me encontraría con cientos de lechuzas. No podía creer la genialidad de aquella historia y me reía de mí misma al sentirme una niña pequeña otra vez. Partí corriendo a las librerías y compré el segundo, me lo comí con igual rapidez. Fui al cine con mi hermana y  ver casi todo lo que había imaginado en pantalla gigante me hizo amar la literatura mucho más de lo que jamás imaginé. Olvidé la edad que tenía y soñaba con tener sangre mágica corriendo por mis venas.

Cuando ya habían pasado más o menos tres películas, buscaba en internet información sobre el estreno de la cuarta entrega. Navegué por varias páginas hasta que di con un foro de conversación en donde me registré y conocí a muchos jóvenes de distintos países. Se me abrieron las fronteras de una manera increíble. Me hice amiga de Cecilia, una chica bonaerense que hasta el día de hoy conversamos de la vida y hasta viajé para visitarla; Lucía, una española tan distendida y graciosa que se robó también mi corazón aún con un océano entre nosotras. Desde México apareció Hortensia, una mujer ya de treinta y tantos, profesora y actriz de teatro que con su pasión logró cautivarme. A este foro entraba todos los días y era emocionante aprender de diferentes culturas. Debo decir que la saga literaria nos despertó el apetito por aventurarnos en un espacio desconocido antes que nacieran las redes sociales hoy tan utilizadas.

Durante las noches, Ce, Lu- que era como las llamaba- y yo, nos reuníamos por MSN a conversar por horas. Compartíamos anécdotas, inquietudes, ideas, sueños, bromas… todo un arsenal de temas que nos mantenían ocupadas hasta las tantas de la madrugada. Lu era la que más se desvelaba. Con seis horas más de diferencia, yo miraba mi reloj indicando las 3 am recordando que en España serían las 9. ¡Vete a dormir! ¡Descansa de una buena vez!, le decía yo, pero la española no obedecía, era una adicta. Al pasar el tiempo, les comenté a las chicas que yo escribía algunas cosas, cuentos, microcuentos, intentos de novelas, etcétera. Le enviaba a Ce mis escritos y ella los alababa con tanto fervor que me sentía una consagrada. Entre ella y Lu me instaron a participar en unas historias paralelas que escriben los fanáticos. Yo nunca había oído de algo llamado Fanfiction o Ficción de fans, en donde el lector hacía su propia trama pero con los personajes y el contexto originales. En un principio me rehusé, no me parecía buena idea tomar algo ya creado para moldearlo a mi manera, me sonaba hasta plagio. Sin embargo, comencé a leer algunas cosas de otros fanáticos y eran bastantes buenos y entretenidos. Me animé y participé en un concurso con un cuento de seis páginas, lo gané y desde ahí fui soltando los dedos con algunas historias paralelas que pronto llegaron a ser muy conocidas en el mundo fanfiction de Harry Potter. Mi seudónimo Andrómeda comenzaba a ganar admiradores.

Cuando se publicó mundialmente el séptimo y último libro de la saga, lo leí con un ansia extraterrestre y quedé devastada. No tanto por el término sino que por las decisiones de la escritora que yo no compartí para nada. La muerte de varios personajes me dolieron en el alma, pero lo peor para mí fueron las parejas que formó y ahí casi le mando una carta a J.K con Antrax esperando su muerte lenta y dolorosa. Siempre esperé que el héroe se quedara con la heroína y mejor amiga, de hecho en muchas historias que yo escribí los dejaba juntos, era lo más perfecto que podía suceder, pero no ocurrió y eso me encendió una llama de ariana engañada y me volví irracional.

Una noche, desperté de golpe y creo que perdí varios tornillos. Me senté en mi cama con el notebook en las piernas y comencé un “octavo libro” sintiéndome con la libertad y derecho ridículo de hacerlo. No quería convencerme que el final de la historia dejara tantos vacíos y preguntas sin respuestas. Empecé una historia desde el epílogo mismo, desde los diecinueve años después que menciona J.K y fue una cosa de no poder detenerme. Fue un fanfiction que me devoró horas de sueño de mi vida. Traté de hacerlo con cautela, casi como si tuviera los ojos del mundo puestos en mi pantalla. Amaba tanto a los personajes que a cada uno fui dándole un nuevo propósito, una nueva batalla, creé un nuevo conflicto y cada semana fui publicando un capítulo a la vez.

Lo que tenía claro de esta historia era que no deseaba complicarme la existencia rompiendo parejas formadas por cuatros personajes muy allegados, me daba pereza, no deseaba meterme en la problemática de terminar matrimonios y todo eso, por lo que decidí matar a Hermione Granger de una forma espectacular y dejar ese amor prohibido con Harry lo más novelesco y cebollento posible. Ese capítulo final lo tenía listo, guardadito en el celo de mis documentos; pero surgió un detalle que me frenó de golpe. Este fanfiction, el cual titulé Fuera de Control, se volvió tan popular entre los fanáticos que llegó a tener más de treinta mil lecturas semanales. Muchos me decían lo genial y reconfortante que era, muchos encontraban consuelo luego del término de la saga y me felicitaban en el foro, por correo electrónico, hasta por teléfono. Mi angustia empezó a crecer, la presión también, mi estrés poco a poco iba en aumento y no dejaba de pensar en ello. Sabía que me acercaba al final y algunos lectores, cuando sospecharon el camino tomaría, empezaron a “amenazarme” con que no se me ocurriera matar a nadie.

-Si vas a hacer lo que creo que harás, te juro que voy a Chile a patearte el culo- me advertía mi amiga Lu, quien me seguía cada semana en mis publicaciones.

Tanto fue mi temor ante la reacción de los lectores que tuve que tomar el capítulo ya creado y eliminarlo sobre la marcha. Me quedaban sólo dos capítulos para terminar, es decir, dos semanas y me amanecí prácticamente escribiendo a toda máquina, completamente comprometida con lo que estaba haciendo. Al final, quedó un capítulo bastante decente y yo quedé conforme. El epílogo lo escribí de manera que pudiera impactar a todos, dejando de paso hasta un mensaje para J.K y lo publiqué. Tuvo tal buen recibimiento que recuerdo mi Inbox con decenas de comentarios desde países como Rusia, Alemania, Italia. Fue un éxito total y yo quedé agotada emocionalmente. Pude entender a la escritora original y me reconcilié con ella, no podía seguir siendo una hija de puta después de experimentar sólo una microscópica parte de lo que debió ser esa locura.

Esa época, hace ya siete años atrás más o menos, me sirvió para conocer mis propias capacidades, mi compromiso y hasta qué punto puede el amor por las letras impulsar ideas descabelladas y desatar las emociones. Creo que esa experiencia me ayudó a conocerme a mí misma, a crecer y entender que mi vocación, a pesar de hacer otras cosas que a veces me alejan, es la escritura. En fin, eso, ahora pueden llamarme ñoña con toda libertad.

jueves, 8 de mayo de 2014

La madrina

El pasado viernes 2 de mayo fui a ver a mi mejor amiga Claudia. Luego de su separación, volvió a vivir con sus padres lo que me trae recuerdos de adolescencia cada vez que visito esa casa. Los mismos olores, la misma sensación de seguridad. A mi amiga le ha tocado duro pero tiene la fortaleza de los muros de Camelot en las venas y estoy orgullosa de ella aunque muchas veces cree no merecerlo.

Cuando Claudia me contó de su último embarazo no reaccioné como debe hacerlo una verdadera amiga. Esa tarde de verano, al comunicarme de su estado, ella se encontraba acompañada del futuro padre del bebé- un imbécil que nunca me cayó en gracia- y me lo dijo enfrente de él. No pude fingir mi desacuerdo, sólo la idea de saberla unida a ese huevón de mierda de por vida me daba urticaria. Le respondí de forma negativa, me levanté de la mesa y me fui de regreso a mi casa en bicicleta, pedaleando rápido y con los pulmones apretados. Sé que debí apoyarla y celebrar la nueva vida, un hijo siempre es una bendición, pero en ese momento, mis vísceras tomaron control de mis impulsos y largué lo que pensaba sin filtros en el hocico.

Después de ese episodio, ocurrió uno más desagradable. Pasaron varios días en que no nos hablábamos con Claudia, yo por molesta y ella por decepcionada y tenía razón. Cuando éramos chicas nuestros enojos siempre duraban cerca de una semana, pero aquella vez todo era diferente, habíamos crecido, buscando nuestro lugar, nuestro valor, las personas que estarían en nuestras vidas en las buenas y en las malas, nos habíamos lastimado y ella me lo hizo saber a gritos fuera de mi casa. De seguro fue un espectáculo para mis vecinos. Me confesó que tuvo más miedo de contármelo a mí que a sus padres y eso me dio justo en el corazón. Me entré llorando, llamando a Pepa y a Gianinna para contarles lo sucedido. Sabía que la había cagado y tuve que tragarme mi orgullo ariano para volver a ella con la cola entre las patas. Sin embargo, nuestra amistad siempre había sido fuerte, pudimos resolver ese problema, curarnos las heridas y seguir adelante. Ese niño sería amado por mí como debió ser desde el primer instante.

Como decía, el viernes pasado fui a ver a Claudia, ella me dijo que tenía algo que comentarme y yo, pensando en miles de posibilidades nunca pensé en que me pediría ser la madrina de Simón, así se llama su bebé. Debo confesar que me pilló de sorpresa, me costó creerlo y me quedé boquiabierta sin saber qué decir. Acepté y fue como el cierre a un capítulo que por fortuna nos unió más, cuando pensé que podría causar lo contrario. Ahora estoy cagada de miedo porque no sé cómo hacerlo, no tengo muy buenos antecedentes sobre el rol que debe cumplir un padrino, los míos nunca han estado conmigo, tampoco los de mi hermana, así que tendré que aprender a ser una representante digna de responsabilidad y apoyo. Tratar de ser una presencia notable en la vida del pequeño y enseñarle a que debe amar con el corazón, como su madre y yo lo hacemos. En esta oportunidad, en este blog en donde relato más que nada cosas divertidas, quiero dedicar mis palabras a Claudia y a mi futuro ahijado, prometiéndoles que daré lo mejor para evitar nuevas decepciones, porque el enojo de alguien me lo banco pero lo otro es mucho más difícil de reparar.

lunes, 7 de abril de 2014

Se viene el n° 31


Se viene mi cumpleaños número 31 y creo que esta entrada a la nueva década me ha hecho reflexionar sobre varios asuntos. El año pasado para mí fue de cambios fuertes y sueños grandes, como la casa propia. Sí, compré una casa que me la entregarán próximamente en mayo (eso dicen) y debo confesar que estoy cagada de miedo. Este rol que se viene encima de ser una adulta, de no depender de los viejos en todas las decisiones nos da de lleno en la cabeza con un mazo que te deja medio huevón, aturdido. Cuesta hacernos cargo de responsabilidades grandes porque aún nos queda un dejo de rebeldía infantil enredado a las fibras del alma.

El pasado 5 de marzo estuvo de cumpleaños una de mis mejores amigas y creo que ya se las había mencionado en este blog en alguna oportunidad. María José, o Pepa, como le decimos de cariño. Ella es la profe de Inglés del grupo y luego de mucho estrés, lágrimas de sangre y sacrificio, logró salir adelante y domar la situación que implica mantener interesados a esos demonios con cara de ángel que se hacen llamar niños. Sí, esas criaturas que corren, gritan, destrozan y pelean y que serán algún día el futuro de Chile - lo que nos espera, Señor ten piedad. Bueno, la menciono ahora porque también ella tuvo un despertar a la madurez con la salud de su madre, quien experimentó un infarto al miocardio bastante complejo hace unos meses atrás. Pepa es hija única de padres separados, por lo cual tuvo que hacerse cargo como un esposo y cuidarla como una enfermera lo que restó de sus vacaciones de verano. Al cumplir los 31, mi amiga sentía que había ganado por lo menos 10 años de experiencia.

Volviendo a lo de los cabros chicos, realmente me impresiona cómo pueden comportarse como unos hijos del diablo y más encima quejarse por no tener más libertades… ¡Váyanse a la mierda! Pepa ha sufrido la falta de respeto a un nivel Dios posiblemente, en donde una pendeja sin ningún asco, le gritó y desafió en la sala de clases como si tuvieran la misma edad. Yo en mi época de colegio hubiera hecho eso con una profesora, no sólo me hubieran expulsado del colegio, sino que de mi casa y más encima de la ciudad por hereje. Recuerdo que ser insolente con el maestro era casi igual de reprochable que alzarse contra un padre. Desafiar a tu viejo era una proeza tan adrenalínica que tenías que ser John McLean en Duro de Matar. El castigo, el palmazo en el culo y el “¡Anda a acostarte!”  no se hacían esperar.

Las vacaciones de invierno del año pasado me hicieron cuestionarme muchas cosas, como por ejemplo: ¿Será culpa de mi generación o la de nuestros padres que al hijo/nieto haya que entretenerlo COMO SEA porque al huevoncito no se le ocurre nada y se aburre en la casa? Yo recuerdo que cuando salía de vacaciones tenía que entretenerme con las cosas que tenía a la mano en mi pieza y se acabó, nunca me planificaron un itinerario de juegos o actividades como lo hacen ahora: que el cine, que el patinaje en hielo, que el evento de circo, que el bowling, que la comida chatarra, que la nueva PlayStation, etc. El niño no tiene tiempo para que se le ocurra nada por sí mismo… fíjense en lo que acabo de decir: el niño NO TIENE TIEMPO.

Creo que por eso en unos años más sólo tendremos películas repetidas en el cine, Oscar al Mejor Remake y puros covers de canciones añejas, porque ya no existirá la imaginación para inventar nada nuevo. Y pensándolo bien lo único que pido para este nuevo año de vida es seguir escribiendo, seguir creando algo aunque sea poco. Quiero hacerle honores a mis tardes de infancia, a esas tardes de ocio en donde la necesidad por entretenerme me llevó a inventar las mejores historias de amor y acción con un par de juguetes y cajas de cartón.