Si uno
se pone a pensar fríamente, se dará cuenta que es increíble la solidaridad que
existe entre los hombres, en todo tipo de contexto. En verdad. Aunque no se
conozcan una mierda se protegen, se aconsejan, se alientan, se advierten. En cambio, entre
minas somos unas verdaderas perras bastardas. Síp, no hay cómo negarlo, no hay cómo
ocultarlo incluso. El otro día leí un artículo de unas chicas que tatuaban en locales
del sector Providencia, Los Leones y centro de Santiago. Dos de las
entrevistadas hablaban de lo que les había costado ser tomadas en serio en un rubro
donde el hombre impera con mucha ventaja. Sin embargo, como toda mujer
esforzada y protagonista de su propia versión de Erin Brockovich, salieron
adelante y cada una instaló su propio negocio de tatoos. Lo que llamó mi
atención del artículo no fue la historia de superación ni el ejemplo que me dan
para ir a pintarme una calavera en señal de apoyo, sino que fueron sus
declaraciones destacadas en letras grandes como intro: “Yo no trabajo con
mujeres”. Ese pequeño lugar intransigente de mi cerebro se alteró un poco, debo
admitir, y me llevó a exclamar un ¿Qué
huevá? Y empecé a leerlo como si devorara un animal herido.
Decía
que ambas habían dado trabajo a chicas, efectivamente, para darles la
oportunidad que ellas muy poco tuvieron. En un principio, todo bien, pero era
cosa de tiempo nada más, como cuando mezclas comida picante con leche de
plátano y esperas unos instantes la cagantina de tu vida. La situación se tornó
muy complicada, una verdadera competencia desalmada. Una de las tatuadoras
declaró que la que contrató hasta intentó arrebatarle todo el negocio, con
arriendo, máquinas y todo. Mina que contrataban, problema que se les venía. Al final decidieron trabajar solas. Y fue donde detuve mi lectura, suspiré profundamente
y comenté en voz baja: Puta que somos
mariconas, por la cresta.
Vaya, te escribí un comentario y se rompió el enlace. En suma, tedecía que lo mejor es juzgar los actos por su gravedad o bondad en lugar de señalar el sexo de quien lo comete y, de paso, acusar a todos. Así somos más justos y más felices.
ResponderEliminarUn beso
JM
Hola JuanMa,
EliminarSí, te encuentro razón lo de no juzgar por sexo, absolutamente, de hecho trato de aplicarlo en mi diario vivir, pero no puedo dejar de señalar que en verdad entre mujeres somos malvadas! No quisieras ser una de nosotras en situaciones de competencia! jejeje
Un beso grande y gracias por venir a leerme :D
Cuídate!