Hoy,
mientras viajaba camino al trabajo, observaba desde la ventanilla del autobús a
los transeúntes en las veredas y calles de la ciudad. Muchas cosas no reconocí
y me dio pena. No reconocí calidez en la cara de la gente, no vi humildad, no
vi inocencia, nada. Todos eran relojes para mí, todos eran signos monetarios,
todos eran robots, incluso los niños. Qué desmotivador es pensar que deben
crecer para convertirse en personas vacías, interesadas, distantes. Es tanta la
codicia y la envidia que un niño de trece, catorce años no tiene ningún reparo
en hacerte daño. En este país a los delincuentes menores de edad los envían al
Servicio Nacional de Menores o alguna mierda parecida, y luego los liberan o
simplemente escapan. Dicen que no tienen discernimiento sobre lo que hacen… ¿En
verdad? Un niño sabe lo que es malo y bueno desde que empieza a caminar. Si un
padre le dice a un hijo: No tomes eso - y el pequeño desobedece haciéndolo igual
como desafío, sabe que está cometiendo una insolencia. Los niños saben lo
que hacen, no me vengan con huevadas.
En
Chile los vándalos que no superan los diecisiete años, son peores que los
mayores ya que tienen la libertad ante la ley de hacer lo que se les plazca. Cuántos
robos, homicidios, accidentes son provocados por estos pequeños delincuentes. ¿Cuál
es el fin de lastimar? ¿Cuál es el fin de dejar a una persona en silla de
ruedas, en coma, hasta muerta? ¿Porque no saben qué puede ocurrir? ¡Mentira! Esos pendejos saben
mejor que nadie lo que pueden llegar a causar. Ya basta de la frase de mierda: No sabía que podía pasar esto…. Y una
familia entera llora sin saber si odiar o perdonar.
En
fin, a medida que avanzamos en el tiempo, pareciera que el amor retrocede
alejándose de nosotros. No le gusta cómo va este tren, sólo quiere tirar del
cordel para detenerlo y bajarse en cualquier momento. No lo culparía en
realidad.
A veces es un mero efecto de manada en que gente anodina se convierte en desalmada caterva. Una vez, un señor respetable asistió a un partido de fútbol y acabó lanzando un cóctel molotov sobre un grupo del equipo rival, matando a un niño de la edad de su hijo. El juez le preguntó por qué, y él no supo qué responder. Su hijo aplaudió a su padre, aunque ahora comprende que no fue lo mejor que habría podido enseñarle.
ResponderEliminarEl mal ni tiene fronteras ni perfiles
Un beso
JM