Cuando
juega la Selección chilena de fútbol, todos nos teñimos de rojo furioso,
sacamos el pecho, hablamos fuerte, somos apasionados. Hinchas de tomo y lomo,
quizás la hinchada más incondicional cantando el himno nacional incluso sin
música ni permiso. Sí, da cierto orgullo de lo que somos capaces cuando
concentramos todas nuestras energías en un mismo objetivo: amedrentar
al rival en un deporte, pero ayer, mientras viajaba desde mi trabajo en Las
Condes hasta mi casa en Maipú- casi dos horas de trayecto- observé, medité
varias cosas y no pude mantener mi mente quieta hasta ponerla sobre una hoja en
blanco.
Toda
esa algarabía, toda esa pasión en realidad es de cartón. No existe, no sirve. Veo
los comerciales de cervezas o supermercados donde emocionan hasta los huesos hablando
de Chile, de lo genial que es ser chileno, pero nada de eso es cierto fuera de
la cancha, nada. Deberían especificar o poner una nota al final de la
propaganda: "Aplíquese sólo en el fútbol", y por qué digo esto, si el
chileno se llena la boca con que hay que apoyar al país, ese apoyo debería
empezar en las calles digo yo, en la forma de tratarnos unos con otros, ahí
está el verdadero Chile y no dentro de un rectángulo de pasto en donde juegan
veintidós huevones que ganan un millón
de veces más que el sueldo mínimo. Asumamos que somos hinchas de un deporte,
hinchas de una pelota, porque "hinchas de un país" queda grande, tendría
que demostrarse en otras cosas, en ser cordial con el de al lado, en
ayudarlo... no se puede ser tan inconsecuente como correr al Metro cual animal
desesperado, empujar a todos, mandarlos a la chucha, putear al escolar, putear
a la señora, putear a quien se atraviese por tu camino para llegar luego a la
casa o al estadio, poner tu mano en el corazón y cantar el himno, llamándote
chileno cuando hasta hace poco te pasaste a medio Chile por la raja.
Somos
hinchas de un deporte, cantamos fuerte para un deporte, somos patriotas para un
deporte... ¿Por qué a ese hincha tan comprometido con su país que viaja
kilómetros y gasta lo que no tiene para ver a un equipo, no le importa usar esa
misma energía y recursos en ayudar al compatriota en apuros? Tenemos varios, por
si no se sabe. Ancianos, estudiantes, salud pública, transporte de mierda,
pensiones disminuidas, robos en los altos mandos, en fin. Hay harto por qué
jugársela, no sólo en una cancha que al cumplirse los noventa minutos, terminas
empujando a todos en la salida para tomar locomoción y seguir con la rutina de
tratar al Chile de verdad como la mierda.
Ayer tomé
la Transantiago porque el Metro era un desastre medieval imposible de abordar,
la micro se detuvo en un paradero del centro y la gente, exasperada, empezó a
abrir las puertas del medio a la fuerza, no lograron abrirla pero varios
gritaron para adentro una sarta de garabatos porque no pudieron subir y los
pasajeros teníamos la culpa de eso. Dentro de la micro, jóvenes durmiendo a pata
suelta en los asientos reservados, otro increpando al chofer porque no apuraba
el paso y se comía todos los semáforos... en resumen, un desastre. ¿Acaso nos
hace mejores alentar a un equipo en un recinto deportivo cuando en realidad somos
como el hoyo con nuestra misma gente? ¿A qué Chile se alienta? ¿A Chile equipo
de fútbol que bien puede ser un equipo como cualquier otro? ¿O se alienta lo
que representa ese equipo que supuestamente es a tu país? Porque si es así, aviso
al tiro que somos unos cínicos, porque en lo real ni apoyamos a la niña que asaltan, ahí ningún huevón canta fuerte. No podemos jurar amor por una bandera después de
atropellar a otros para amarla, ¿Qué amas? ¿Tu país o la pelota? Son sólo noventa minutos de patriotismo puro, ¿Y las otras veintidós horas con treinta minutos del día? ¿Cómo
demostramos eso?
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