jueves, 23 de junio de 2016

Chilenos por conveniencia


Cuando juega la Selección chilena de fútbol, todos nos teñimos de rojo furioso, sacamos el pecho, hablamos fuerte, somos apasionados. Hinchas de tomo y lomo, quizás la hinchada más incondicional cantando el himno nacional incluso sin música ni permiso. Sí, da cierto orgullo de lo que somos capaces cuando concentramos todas nuestras energías en un mismo objetivo: amedrentar al rival en un deporte, pero ayer, mientras viajaba desde mi trabajo en Las Condes hasta mi casa en Maipú- casi dos horas de trayecto- observé, medité varias cosas y no pude mantener mi mente quieta hasta ponerla sobre una hoja en blanco.

Toda esa algarabía, toda esa pasión en realidad es de cartón. No existe, no sirve. Veo los comerciales de cervezas o supermercados donde emocionan hasta los huesos hablando de Chile, de lo genial que es ser chileno, pero nada de eso es cierto fuera de la cancha, nada. Deberían especificar o poner una nota al final de la propaganda: "Aplíquese sólo en el fútbol", y por qué digo esto, si el chileno se llena la boca con que hay que apoyar al país, ese apoyo debería empezar en las calles digo yo, en la forma de tratarnos unos con otros, ahí está el verdadero Chile y no dentro de un rectángulo de pasto en donde juegan veintidós huevones que ganan un  millón de veces más que el sueldo mínimo. Asumamos que somos hinchas de un deporte, hinchas de una pelota, porque "hinchas de un país" queda grande, tendría que demostrarse en otras cosas, en ser cordial con el de al lado, en ayudarlo... no se puede ser tan inconsecuente como correr al Metro cual animal desesperado, empujar a todos, mandarlos a la chucha, putear al escolar, putear a la señora, putear a quien se atraviese por tu camino para llegar luego a la casa o al estadio, poner tu mano en el corazón y cantar el himno, llamándote chileno cuando hasta hace poco te pasaste a medio Chile por la raja.

Somos hinchas de un deporte, cantamos fuerte para un deporte, somos patriotas para un deporte... ¿Por qué a ese hincha tan comprometido con su país que viaja kilómetros y gasta lo que no tiene para ver a un equipo, no le importa usar esa misma energía y recursos en ayudar al compatriota en apuros? Tenemos varios, por si no se sabe. Ancianos, estudiantes, salud pública, transporte de mierda, pensiones disminuidas, robos en los altos mandos, en fin. Hay harto por qué jugársela, no sólo en una cancha que al cumplirse los noventa minutos, terminas empujando a todos en la salida para tomar locomoción y seguir con la rutina de tratar al Chile de verdad como la mierda.

Ayer tomé la Transantiago porque el Metro era un desastre medieval imposible de abordar, la micro se detuvo en un paradero del centro y la gente, exasperada, empezó a abrir las puertas del medio a la fuerza, no lograron abrirla pero varios gritaron para adentro una sarta de garabatos porque no pudieron subir y los pasajeros teníamos la culpa de eso. Dentro de la micro, jóvenes durmiendo a pata suelta en los asientos reservados, otro increpando al chofer porque no apuraba el paso y se comía todos los semáforos... en resumen, un desastre. ¿Acaso nos hace mejores alentar a un equipo en un recinto deportivo cuando en realidad somos como el hoyo con nuestra misma gente? ¿A qué Chile se alienta? ¿A Chile equipo de fútbol que bien puede ser un equipo como cualquier otro? ¿O se alienta lo que representa ese equipo que supuestamente es a tu país? Porque si es así, aviso al tiro que somos unos cínicos, porque en lo real ni apoyamos a la niña que asaltan, ahí ningún huevón canta fuerte. No podemos jurar amor por una bandera después de atropellar a otros para amarla, ¿Qué amas? ¿Tu país o la pelota? Son sólo noventa minutos de patriotismo puro, ¿Y las otras veintidós horas con treinta minutos del día? ¿Cómo demostramos eso? 


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