“Que cumplan sus promesas, los que en tiempos
de campaña golpean las puertas de las escuelas”. Qué buena y real frase es
ésta. La leí hace muy poco en un portal de profesores diseñada por un amigo y
la típica impotencia del espectador me apretó la panza. Las escuelas
municipales están en paro indefinido y a muy pocos les importa, especialmente a
los candidatos presidenciales que prometen y después se hacen los huevones
olímpicamente. Los noticieros, por su parte, hacen vista gorda a lo que está
ocurriendo como si con ello pudieran callar a los cientos de profesionales que
realizan la importante labor de educar. El viernes pasado pude ver en directo
sólo un pequeño episodio de protesta al acompañar a mi amiga Pepa al centro de
la comuna. Ella trabaja en una de estas escuelas desde hace seis años. Con banderas,
pancartas, lienzos y tambores, los huelguistas trataban de romper la rutina para
llamar la atención e involucrar a la gente recordándoles que profesor no es un
título ganado al romper una piñata.
En este
país me parece un insulto que la carrera de docente sea remunerada como la
mierda, ni siquiera es respetada como pudo haberlo sido antiguamente. Cuando era
estudiante, para mí al profesor se le respetaba al igual que a los padres. Ellos
tenían la última palabra, ellos me regañaban, ellos me corregían. Sí, de
acuerdo, también me burlé de algunos como toda quinceañera, que su forma de
vestir, su forma de hablar, su peinado, etcétera. Sin embargo, existía un
límite muy bien marcado que ninguno de mis compañeros se atrevía a cruzar, por
más rebelde que uno se creyera, no lo hacía ni cagando. Hoy al pendejo le da lo
mismo. Si puede hacer desorden y más encima grabarlo con su “bien merecido” Smartphone
para luego mostrarlo como trofeo, es el rey indiscutido del aula, y si lo
regañan, encara porque nadie puede decirle nada. Los valores y los modales
vienen desde la casa, eso lo sabe hasta mi perro. Si el niño no tiene eso como
cimiento, los padres deberían ser los despedidos.
Yo me
siento orgullosa de mi amiga y su profesión. Viví con ella cada etapa de
nuestra educación secundaria y superior y me alegró que quisiera ser docente, y
más encima de inglés. Yo sabía cuánto Pepa amaba ese idioma, desde que éramos
unas niñas cantaba y citaba frases de películas gringas con la misma fluidez de
los actores. Yo sabía que le iría excelente. Desafortunadamente, este orgullo
no lo sienten las autoridades, los senadores de mierda que se sientan en una
silla todo el puto día mirando páginas como Jaidefinichon.com,
o sencillamente no se presentan. Es una vergüenza que al mostrar la Cámara casi
vacía, los asientos de cuero Luis XV resplandezcan bajo las luces artificiales.
Si un profesor no es tan importante como un político, entonces ¿por qué les
ponen tanto problema al ausentarse a su trabajo un día? ¿Por qué el profesor
tiene que hacer malabares para poder ir al dentista o al médico? Si falta se
siente, si el senador falta, a nadie le importa un soberano carajo.
Muy bueno, me gusto. Notable comparacion entre la importancia de un dia de ausencia de un profe vs la de un parlamentario. Increible que estos ultimos tengan incluso el privilegio de poder destinar recursos para armarse un salon de cafe.
ResponderEliminarMandi me encanto tu cronica.... tienes toda la razon... los profes se sacan la cresta trabajando.. ganan una caga y mas encima cuando se jubilan la pensión es una mierda.... fuerza profes.... mi mejor amiga es profe y mi hermana y ni una tasa de café se pueden tomar trankila... en la escuela donde trabaja mi hermana le kiraton la tetera a los profes... una vergüenza... Giani
ResponderEliminar