jueves, 13 de noviembre de 2014

La aspirante perdida

El proyecto de una novela como tal es una incertidumbre. Siempre estoy en la búsqueda de un tema, de un objetivo, de alguna moraleja- si es que tengo la habilidad de dar consejos de vida- personajes interesantes y un final épico para que valga la pena haber atrapado al lector por el cuello, como dice mi mentora Isabel Allende. Sin embargo, ocurren eventualidades que te desvían del camino absolutamente. He tenido varias ideas, de hecho tengo un par que de alguna manera las tengo encapsuladas en mi cabeza, revoloteando como polillas confundidas frente a una inexistente bombilla, pero cuando las quiero avanzar se me entrampan en un pantano de brea, volviéndose unos animales que luchan por no hundirse en el pozo sin fondo del olvido.

Creo que todo va en la disciplina, tal vez eso es lo que no tengo, tal vez tengo problemas de concentración o soy muy desordenada. Debería establecer un esquema en donde me proponga escribir un número de páginas diarias y no verme siempre justo donde empecé. Ahora que vivo sola, con un tremendo perro que cada día que pasa se pone más testarudo, tengo que aplicarme responsablemente en todo lo que haga. Quizás deba proponerme fechas, porque me he dado cuenta que se me va bien trabajar bajo presión, como Amy Adams en la película Julie and Julia, donde su personaje Julie Powell se propuso hacer 524 recetas de cocina en 365 días.

Cuando escribía historias en el foro de Harry Potter- como conté hace unas entradas atrás- publicaba semana a semana con la presión de los lectores de saber qué iba a pasar a continuación, me escribían decenas de comentarios y si tardaba me insistían dos hasta tres veces por día, yo tenía que obligarme prácticamente a hacer oídos sordos ante cualquier distracción, enfocarme en la página en blanco que tenía frente a mí y tratar de hacer más emocionante el nuevo episodio para compensar el atraso. Fue entretenido pero no por eso menos estresante.

Se me han pasado por la mente desde diversos superhéroes, justicieros y villanos, hasta personas comunes y corrientes que por amar no necesitan reconocimiento- como aquellas historias en que él o ella se están muriendo. ¿En qué irán las grandes novelas de amor para marcar a una persona tan profundamente? ¿Será el impulso de arriesgarlo todo por esa persona? ¿Beber un veneno para morir junto con el otro? ¿Ser un brillante vampiro enamorado de un humano? En esta realidad donde queda poca capacidad de impresión en la gente, no hay muchas herramientas con las cuales sorprender al lector sin caer en las repeticiones. Aquí en Chile, por ejemplo, es casi mensual el estreno de una serie o largometraje en donde se hable del Golpe de Estado chileno… qué paja… ¿Qué ocurre con los guionistas? ¿No existe otro tema en este país que hablar de Allende y Pinochet? ¿No hay nada más que decir de un país en donde la discriminación, desigualdad e injusticia están a la orden del día? No tengo para qué chucha tocar esos temas removiendo viejos rencores si hay tanta huevada actual a la cual echar mano. Tengo treinta y un años de edad, por la cresta. No tengo interés en seguir mirando hacia atrás, quiero escribir de hoy y proyectar un mañana. Si quiero emprender el emocionante viaje de una novela tengo que ser refrescante, si quiero organizar mi tiempo y orientar mi inspiración como un barco bien capitaneado, no puedo estar manoseando tramas conocidas para ser la moda y luego se olvide por otra. Si quiero escribir de verdad, tengo que sacudirme la mierda y ponerme seria.

No hay comentarios:

Publicar un comentario