El
proyecto de una novela como tal es una incertidumbre. Siempre estoy en la
búsqueda de un tema, de un objetivo, de alguna moraleja- si es que tengo la
habilidad de dar consejos de vida- personajes interesantes y un final épico
para que valga la pena haber atrapado al lector por el cuello, como dice mi
mentora Isabel Allende. Sin embargo, ocurren eventualidades que te desvían del
camino absolutamente. He tenido varias ideas, de hecho tengo un par que de
alguna manera las tengo encapsuladas en mi cabeza, revoloteando como polillas
confundidas frente a una inexistente bombilla, pero cuando las quiero avanzar
se me entrampan en un pantano de brea, volviéndose unos animales que luchan por
no hundirse en el pozo sin fondo del olvido.
Creo
que todo va en la disciplina, tal vez eso es lo que no tengo, tal vez tengo
problemas de concentración o soy muy desordenada. Debería establecer un esquema
en donde me proponga escribir un número de páginas diarias y no verme siempre
justo donde empecé. Ahora que vivo sola, con un tremendo perro que cada día que
pasa se pone más testarudo, tengo que aplicarme responsablemente en todo lo que
haga. Quizás deba proponerme fechas, porque me he dado cuenta que se me va bien
trabajar bajo presión, como Amy Adams en la película Julie and Julia, donde su personaje Julie Powell se propuso hacer
524 recetas de cocina en 365 días.
Cuando
escribía historias en el foro de Harry Potter- como conté hace unas entradas
atrás- publicaba semana a semana con la presión de los lectores de saber qué
iba a pasar a continuación, me escribían decenas de comentarios y si tardaba me
insistían dos hasta tres veces por día, yo tenía que obligarme prácticamente a hacer
oídos sordos ante cualquier distracción, enfocarme en la página en blanco que
tenía frente a mí y tratar de hacer más emocionante el nuevo episodio para
compensar el atraso. Fue entretenido pero no por eso menos estresante.
Se
me han pasado por la mente desde diversos superhéroes, justicieros y villanos,
hasta personas comunes y corrientes que por amar no necesitan reconocimiento- como
aquellas historias en que él o ella se están muriendo. ¿En qué irán las grandes
novelas de amor para marcar a una persona tan profundamente? ¿Será el impulso
de arriesgarlo todo por esa persona? ¿Beber un veneno para morir junto con el
otro? ¿Ser un brillante vampiro enamorado de un humano? En esta realidad donde
queda poca capacidad de impresión en la gente, no hay muchas herramientas con
las cuales sorprender al lector sin caer en las repeticiones. Aquí en Chile,
por ejemplo, es casi mensual el estreno de una serie o largometraje en donde se
hable del Golpe de Estado chileno… qué paja… ¿Qué ocurre con los guionistas?
¿No existe otro tema en este país que hablar de Allende y Pinochet? ¿No hay
nada más que decir de un país en donde la discriminación, desigualdad e
injusticia están a la orden del día? No tengo para qué chucha tocar esos temas
removiendo viejos rencores si hay tanta huevada actual a la cual echar mano. Tengo
treinta y un años de edad, por la cresta. No tengo interés en seguir mirando
hacia atrás, quiero escribir de hoy y proyectar un mañana. Si quiero emprender
el emocionante viaje de una novela tengo que ser refrescante, si quiero
organizar mi tiempo y orientar mi inspiración como un barco bien capitaneado,
no puedo estar manoseando tramas conocidas para ser la moda y luego se olvide
por otra. Si quiero escribir de verdad, tengo que sacudirme la mierda y ponerme
seria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario