miércoles, 25 de abril de 2012

X. En la ruta a los treinta - parte 4


Hilos de plata, los llama Ricardo Arjona… ¡Hilos de plata!… para una persona que por herencia no es propensa a tener canas, encontrarse una es todo un desagradable acontecimiento. Un día estaba secándome el pelo frente al espejo cuando noté que entre todos mis cabellos lisos, maleables, finos y delicados, se dejó ver una cana, y no hablo de una cana piola, delgada, q se mueva al viento junto con el pelo… no… hablo de una de esas bien mariconas, gruesas, obesas, hasta crespas que llegan a sobresalir, como periscopios del agua. Sabemos que las canas heredadas son despigmentaciones del cabello, por lo tanto, como ya mencioné, mi herencia no es canosa, así que ésta que me apareció es representación pura de rabia, malos ratos, estrés y – por qué no decirlo- un recordatorio que nos acercamos peligrosamente a los treinta putos años.

El pasado 8 de abril cumplí veintinueve. Llegué al borde del abismo, al borde de la avalancha de presiones, donde la primera sílaba “VEIN” a la que estaba acostumbrada cambia rotundamente a una fuerte “TREIN” que agita la lengua contra los dientes. Sonido horrible. En fin, celebré con mi gente, bailé, me reí y bebí hasta ver todo con su reflejo correspondiente. La noche del jueves 5 fuimos a un bar en el cual pensaba festejar y al llegar allí, un muy poco amigable candado cerraba las rejas de la entrada. Buscando otras opciones, recorrimos gran parte del Barrio Bellavista- lugar donde se agrupan un montón de pubs y discoteques en Santiago- y rebotamos en varios por no gustarnos. Plantamos finalmente nuestra bandera en uno llamado La Barra. La pasamos bien pero me confirmó que ya la edad te hace un poco más intolerante y exquisita. No había dónde sentarse, cosa que daba lata porque uno quiere bajar el ritmo un momento y conversar un poco, esto nos lleva al otro punto: No se podía conversar, por el punto anterior y por el volumen excesivo de la música. Hacía un calor de mierda, y los baños asquerosos, sin papel higiénico, me advirtieron que era un lugar más de universitarios que de adultos jóvenes empleados. Cómo nos cambia las percepciones en poco tiempo, ¿no? 

Mis amigas Pepa y Carla siempre me dicen que “mire el carnet” cuando se me ocurra algo que requiera esfuerzo físico. Hace unas semanas, tuve la ocurrencia de hacerme la deportista y fui a trotar. Me cambié de ropa por una más adecuada para el ejercicio, me enchufé los audífonos en los oídos y salí de mi casa para correr alrededor de un largo y ancho bandejón a pocos minutos de distancia. Muy creída, le di vuelta y media hasta que el cigarro me recordó que mi estado físico está como la mierda. Volví a mi casa, tomé una ducha, me tiré en mi sofá maravilloso sintiéndome bien conmigo misma por lo sana que me juraba y ahí, cuando me estaba felicitando, sentí una puñalada en mi cadera izquierda. El dolor no me dejó ni sentarme. No podía moverme. Como tortuga de espalda rodé por el sofá para poder pararme y el malestar disminuyó un poco, pero quedé resentida y coja el resto del fin de semana. Pepa fue a verme esa noche para conversar unas cervezas. Se cagó de la risa al verme con un guatero caliente en la dolencia. Sólo me faltaban los palillos con el tejido y Sábados Gigantes en la tele.

-¿Qué te pasó?- me preguntó cuando me vio caminando a un paso por minuto.
-Me lesioné la cadera.
-¿Y cómo?- ahí fue cuando dudé en responderle. Veía venir el hueveo como tsunami.
-Trotando.
-Pero, gordita… ¡Hay que mirar el carnet antes de creerse de quince!

Sí, fuera de la intolerancia a los carretes masivos como las discoteques, como conté en una crónica pasada, también está que con los años y la cercanía de la nueva década, el metabolismo ya no es tu amigo. Los kilos son más difíciles de bajar y los huesos se resienten si no acostumbras a hacer ejercicio, trotar como fue mi caso. El asunto del dolor me llevó al médico, un traumatólogo que me hizo mover la pierna de manera desarticulada dejándome peor. Me mandó a tomarme una radiografía en donde una señora de voz dulce me recostó en una mesa más helada que la chucha con una enorme máquina fotográfica encima. Me ubicó en una posición que no volveré a repetir en la vida y diciéndome: Quédese así un momento… se fue no sé adónde como por 15 minutos. Claro, la escuchaba conversando con otra enfermera sobre la alergia de su hija y no sé qué huevada más. Yo sin moverme, para no cagar la foto. Ya, vístase no más- me dijo y así lo hice, tratando de taparme infructuosamente el culo en esos pijamas abiertos por detrás.

Supuesto: posiblemente podré predecir las heladas en invierno. Gracias al trote, sólo le consultaré a la cadera.

Moraleja: no creerme una corredora experimentada sin precalentamiento y más encima usando Converse- sí, lo sé, con eso la cagué más.

2 comentarios:

  1. Bueno, no sé cómo las llama Arjona pero tengo 30 años y hace un par que las luzco sin caer en la tintura de cabello.

    Me gustó leerte.
    Gracias por visitarme.

    Abrazo!

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    1. Hola Emilia! Gracias x pasar a leerme. Y si, cuando hablo d canas hablo d lo divertido y a la vez desconcertante q es envejecer. Me alegra q las luzcas con orgullo, yo hare lo mismo xq son ganancias d una vida. Te mando un abrazo y nos estaremos leyendo ;-)

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