martes, 10 de enero de 2012

V. Un espacio para ellas

Mi madre se llama Tania, y a sus cincuenta y un años de edad puede sacarme la cresta cuando quiera, ¿por qué?, por el simple hecho de que parece una muchacha de veinte y está más saludable y fuerte que yo. No es broma. Quien la ve pasar por la calle y la conoce de años, diría sin problemas que tiene un pacto con el diablo, que es Dorian Gray o algo por el estilo. Hay ex compañeras de la básica mías que la reconocen al pasar y creen que regresaron en el tiempo sin darse cuenta. Muchas personas le han preguntado a la doña cómo lo hace, cuál es su secreto. Y su respuesta es muy sencilla:

-No trasnocho, no fumo, no tomo alcohol…- listo, ya con eso estoy cagada. Y la lista continúa- Bebo mucha agua, como mucha fruta, té de hierbas después del almuerzo y jugo limón para las manchas de la piel.

El limón es el fruto mágico de mi vieja. A su punto de vista, puede curarlo todo. Hace años, un vendedor del mercado municipal de Maipú, que conversaba harto con mi madre cuando le iba a comprar, le comentó que tenía un quiste en el ojo y que debía operarse. A días de irse a pabellón, una tipa le dio el dato de que el jugo de limón en el ojo cada cierto tiempo le ayudaría. Así lo hizo y contra todo pronóstico el quiste desapareció. Eso fue algo revelador para mi madre y desde entonces, le tiene una devoción absoluta. Por lo tanto, cada vez que me duele un ojo debo correr lejos de su alcance.

Tengo que decir que admiro a esa mujer tan especial. Creo que gran parte de mi deseo por escribir ha sido gracias a ella, a sus historias pasadas, a su biografía que me parece de novela y su forma de ser, tan apasionada, divertida y aguerrida. Mi madre tiene ocho hermanos vivos, porque si contamos los fallecidos durante el embarazo y a los meses de nacidos, habrían sido nada más ni nada menos que diecisiete en total. Mi abuela sí que era fértil, tanto que si se ponía una semilla en la boca le creía pasto en la lengua. Mi abuelo debió tomarse muy en serio lo que Dios dijo: “Id y multiplicaos”, pero parece que nadie le dijo que no tenía que hacerlo solo.

Cuando mi madre cuenta de su infancia, la escucho con atención. Con todo lo que ha relatado, me hubiera encantado conocer a mi abuela Inés. Ella era una mujer casi analfabeta a la que no lograban engañar con los vueltos del dinero del pan y se las ingeniaba para alimentar tantas bocas con tan poco en la cocina. Sólo he visto una foto de ella, de carnet y en blanco y negro, por supuesto. Ella murió de un problema cardiaco a los cuarenta y cinco años. Realmente joven. Era linda, como esas mujeres antiguas salidas de películas como Casablanca, según lo que me cuentan era pelirroja y de profundos ojos verdes- ahora me pregunto dónde mierda se extraviaron esos genes porque ni mi hermana ni yo heredamos esos colores.

Es bueno tomarse un tiempo y darle importancia a las personas que forman parte de tu vida y son grandes aportes a la clase de persona que eres actualmente. Mi abuela, a pesar de no conocerla, sé que hubiésemos sido cómplices. Le hubiera enseñado a leer para que supiera el excelente personaje que hubiera sido en mis historias. Si ella le hubiera hecho caso al médico y se hubiera operado después del quinto hijo para no tener más- cada embarazo significaba un desgaste tremendo para su corazón y, como ya mencioné, era más fértil que la tierra de hojas- entonces, estaría todavía con vida; pero mi abuelo intervino con su: "donde comen 5 comen 6", y no se lo permitió. Quién sabe, fueron cosas del destino. Ella, de haber desobedecido a su marido, mi madre no hubiera existido… y este blog tampoco.


1 comentario:

  1. Me encanta tu forma de relatar tus Historias, anécdotas, me llevas lejos desde esta realidad, me encantas todo...

    Besotes desde el Norte...

    ResponderEliminar