domingo, 8 de enero de 2012

IV. El 8 de enero es especial

Hace 12 años atrás ocurrió algo importante en mi vida, algo que cambió mi visión de las cosas y me ayudó a descubrir en mí una capacidad y deseo por completo desconocidos hasta ese momento. Estaba en 4to medio, último año de secundaria y mientras que estaba inmersa en las ganas de pasarlo bien, de disfrutar con mis compañeros los carretes que hacíamos cada semana, la profe de Castellano- ahora creo que la materia se llama Lenguaje- nos dio las opciones de lectura que teníamos para ese mes. Yo me consideraba una buena lectora junto con Claudia. Leía todos los libros que nos indicaban y otros que, por interés propio, compraba. Recuerdo muy bien que entre las dos muchas veces teníamos que hacerles un rápido resumen a las demás para que salvaran la nota, por lo menos con lo justo. En fin, aquel día, la profe Mirta- una señora rubia, bajita y tan colorida para vestirse que encandilaba la mirada- nos nombró dos novelas para escoger:

-Chicos, este mes tendrán que leer una de estas dos historias- se dio media vuelta y escribió los títulos en la pizarra verde con tiza blanca. “Cien años de soledad” de Gabriel García Márquez, y “La Casa de los Espíritus” de Isabel Allende.

Conocía a esos autores, obviamente, pero sólo por nombre. No me había dado el tiempo de interiorizarme en ninguno de sus libros, por lo tanto, me dio lo mismo cuál de los dos escoger. Le dije a mi viejo las novelas que debía leer y que cualquiera que encontrara primero en el comercio, la comprara. Al día siguiente, llegó con “La Casa de los Espíritus” bajo el brazo, donde aparecían Jeremy Irons y Merryl Streep en la portada, ni idea que había una adaptación para el cine. Esa misma noche comencé a leer. Desde la primera línea de ese libro: “Barrabás llegó a la familia por vía marítima…” hasta el Epílogo donde acaba con la misma línea escrita, que quedé totalmente absorta. Luego de leer cerca de 600 páginas, cerré la novela y me quedé mirándola de seguro más de quince minutos sin terminar de asimilar todo lo contado allí. Fue realmente fuerte para mí enamorarme y odiar a los personajes de una forma tan real que hasta creí conocerlos en algún momento de mi vida. Esteban Trueba, por ejemplo, el viejo cascarrabias de la familia. Lo llegué a odiar tanto que no vi lo mucho que lo amé en verdad. Es un personaje genial, con tantos matices que sin él la novela no sirve para nada. Rosa, la bella. Esa mujer de impresionante belleza y pelo verde como de sirena. Clara, clarividente, la niña que se confundía con el diseño del tapiz en las paredes pero tan vital en esa casa que sin ella la época del estropicio no se hizo esperar, los mellizos Jaime y Nicolás, una historia de amor fraternal maravillosa, la impulsiva Blanca, Amanda y su pequeño hermano Miguel, la valiente Alba y su poderoso deseo de vivir… cientos de personajes que hacen de esta historia un antes y un después en mi vida.

Al terminar de leer, volví a empezar la historia y la leí otras quince veces durante el siguiente año. Esa novela me la sé de memoria y como sabía que existía una película no tardé en arrendarla con una expectativa tal que cuando presioné Play me caí de hocico desde las alturas. Pésima. No puedo describirla con otra palabra, quizás “desastre”. No puedo creer que Isabel no haya dicho nada respecto al guion. Una verdadera decepción. Al pasar del tiempo, convencida de que nadie podría retratar en escena lo que fue esa novela, el 18 de junio del año pasado, con Claudia fuimos al Teatro Mori en Plaza Vespucio. Se estrenaba “La Casa de los Espíritus” con actores como Francisco Melo y Blanca Lewin. Espectacular. En dos horas y tres sillas con una mesa lograron lo que una película con actores reconocidos mundialmente y millones de dólares no consiguió. Lo mejor que he visto, sin lugar a dudas.

Ahora, ¿a qué quiero ir con todo lo que estoy contando? Bueno, hoy es un día especial. Un 8 de enero de 1981, Isabel Allende, desde su apartamento en Caracas, comenzó una carta para su moribundo abuelo en Chile. La carta se extendió hasta convertirse en esta novela que es mi favorita. Desde entonces, esta maravillosa escritora inicia un nuevo libro cada 8 de enero como parte de un ritual, una cábala que cumple anualmente. Me pregunto qué historia estará ideando justo en este momento, mientras yo escribo todo esto. Con sus dedos sobre el teclado y su mente lejos en algún lugar. Me froto las manos de sólo pensarlo.

Gracias a ese libro y a Isabel, descubrí que deseaba escribir, expresarme de la misma manera, tocar la fibra de las personas que se atreven a leerme, hacerlas reír, llorar, conmoverse, odiar, temer, etc… Escribir es jugar a ser Dios, crear personajes y darles una vida que manejas hasta que son ellos mismos los que toman sus propias decisiones y te conviertes en una herramienta de la inspiración. No sé si lograré ser novelista algún día, no sé si me atreva siquiera a exponerme al juicio de una editorial, pero acumulo el valor poco a poco. Hay tantas historias dando vueltas, tantos personajes que quieren ser paridos desde la imaginación que sólo se debe tener el tiempo suficiente para hacerlo bien. En fin… me di una vuelta enorme sólo para decir que hoy Isabel Allende comienza una nueva novela y yo estoy ansiosa.

1 comentario:

  1. Lo serás mi niña...quien sabe.. a lo mejor tu fecha llegá justo hoy :)

    ResponderEliminar